terça-feira, 17 de janeiro de 2017

"Cerré la puerta. A oscuras me desnudé y me acosté. No tenía sueño, así que me levanté y abrí la ventana. Me senté en el alfeizar y me encendí un pitillo. La noche estaba estrellada y oscura. El pueblo me observaba en silencio y respiré profundamente los añorados aromas del campo. El cigarrillo se consumió enseguida, una suave brisa lo quemó, y de repente me vi contemplando la ceniza que, desprendida, salió volando por la ventana deshaciéndose en minúsculas fracciones de polvillo que en un instante se disolvieron en la noche. Entonces, contemplando las ascuas del pitillo, me di cuenta de que cada calada que le das a la vida es importante, porque la ceniza desaparece en lo inmenso del mundo, porque el fuego dura instantes, y el sabor, si se aprovecha, eternamente. En aquel momento me di cuenta de lo poco que dura la vida. Mientras, las velas se extinguían; no por el viento, sino por el tiempo, que es el único que no tiene respeto ni preferencias."

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